sábado, 25 de junio de 2016

EL PUENTE DEL DESPECHADO



      Cuando ya los moros habían sido dominados por los cristianos en la provincia de Teruel, convivían ambos en paz y sosiego. En la ciudad de Teruel, al otro lado del río, vivía una joven llamada Elvira, ejemplo de singular belleza, que además poseía ricas tierras en las vegas turolenses del Turia.

   Muchos eran los pretendientes turolenses que tenía, atraídos no sólo por su belleza sino también por su riqueza, pero ella, desde niña siempre estuvo enamorada de un apuesto joven turolense a quien concedió su mano y con quien se casó.

   Entre los muchos pretendientes que tuvo existió uno que, al ser rechazado por la guapa joven, quedó resentido y le juró venganza.
   Casada ya Doña Elvira, vivía feliz con su esposo, sin acordarse para nada de aquel pretendiente despechado.
   En uno de los muchos viajes que su marido hacía a la ciudad de Teruel para solucionar asuntos o visitar a sus familiares ocurrió que una noche, al regresar a su morada, fue asesinado traicioneramente por el tal pretendiente.

    Doña Elvira, muy dolorida y triste pasó el resto de sus días enlutada y sola, en recuerdo y respeto a su difunto marido. Ella misma fue la que en lo sucesivo se hizo cargo personalmente de su hacienda y negocios.
    Por tal motivo, al igual que su marido, debía frecuentar mucho la ciudad de Teruel y siempre lo tenía que hacer por aquel maldito puente en que asesinaron a su marido y que tan ingratos recuerdos le traía.


    Así es que se le ocurrió una idea: mandó construir otro puente de madera que además de acortarle el camino, le permitió en lo sucesivo olvidar aquellos malos recuerdos cada vez que iba a Teruel. Desde entonces se le conoció a este puente como el Puente de Doña Elvira.