domingo, 1 de noviembre de 2015

El barrio de las Minas de Libros



    A 6km de Libros se encuentra el barrio de las minas, a la izquierda de la carretera que se dirige hacia Riódeva.

    En el barrio de las Minas de Libros se inició la actividad minera en 1777. En 1906 la empresa La Industrial Química de Zaragoza continuó la extracción de azufre hasta el cierre definitivo de las minas en 1956.

    En un principio las viviendas de los trabajadores y sus familias eran cuevas que habían escavado en la montaña; cada una tenía su puerta pintada de un color diferente, lo que llamaba la atención a cualquiera que se aproximara hasta el lugar.     

             Posteriormente se creó la primera barriada, que estaba formada por casas de dos plantas con viviendas independientes. Poco a poco el barrio fue creciendo y se construyó otra barriada, y después lo que se conocía como el barrio chino.
El barrio de las minas de Libros llegó a albergar a más de 1000 mineros que vivían con sus respectivas familias, lo que incrementaba la población hasta casi 2000 personas.

    En la zona disponían de una gran cantidad de servicios, como el Hospital, la Comandancia, las escuelas, la casa de los sindicatos, el economato, la panadería, la carnicería, los bares, la posada y una serie de recursos que hacía pensar a la gente de fuera que llegaba hasta allí, que había llegado a la capital.

    Tras la muerte del ingeniero que organizaba el trabajo de las minas y con el descenso del empleo del azufre, fueron cerradas. A pesar de todo algunos de los trabajadores se resistían a que todo terminara e intentaron volver a ponerlas en marcha pero no tuvieron éxito.


    La empresa propietaria de las minas, al cerrar, vendió la madera, principalmente las vigas de las casas del barrio, por lo que derribaron todas las infraestructuras que existían, posteriormente fueron saqueadas para llevarse las piedras que construían las viviendas y todos los enseres que pudieran tener el mínimo valor, no obstante, los mineros que tuvieron que abandonar sus hogares, se llevaban también algún recuerdo de lo que fue su vida durante esos años, algo simbólico como una piedra de lo que fue su casa.
     


    Las espartanas casas de los mineros dispersadas por la ladera, las bocaminas, hornos y edificios comunales configuran un espacio legendario, que una maqueta ubicada en el interior de una ermita enclavada en la roca, el único edificio conservado.




    Además de su interés para la arqueología industrial estas minas tienen un valor paleontológico indiscutible. Lo más llamativo de sus hallazgos son sus moluscos lacustres y sus ranas fósiles. En algunas es visible no solo su esqueleto sino también sus órganos.